Este modelo clásico que se sustenta en
una base conductista y es utilizado en la planeación y el diseño del currículo,
se le atribuye a Bobbitt, derivado de la preocupación por los resultados de la
enseñanza, y este modelo concibe a la educación como un medio para obtener
fines, donde los objetivos cobran mayor importancia; al respecto Tyler describe
que un objetivo es “un enunciado que ilustra o describe la clase de
comportamiento que se espera logre el estudiante de modo tal que cuando el
comportamiento sea alcanzado, este sea reconocido”.
Este enfoque se centra en
objetivos operacionales, cayendo en una perspectiva instrumental sobre la
construcción del conocimiento, donde no considera cuestiones filosóficas y
tampoco incluye aspectos relativos al marco sociocultural.
La relación estimulo
respuesta se centra más en el resultado que en el cómo. A partir de esta
concepción, se desarrolla la clasificación de niveles de comportamientos,
aspecto que más tarde es abordado por Benjamín Bloom, quien a partir de su
taxonomía cita la forma en que los sujetos van a actuar de acuerdo a su
participación en un proceso de enseñanza aprendizaje.
Este modelo se basa en:
·
Determinar los fines que desea alcanzar la
escuela: se analiza en este punto al alumno, la vida exterior a la escuela, y
el contenido de las materias de estudio.
·
Seleccionar las experiencias educativas: Se
eligen aquellas que lleven al mejor alcance de estos fines.
·
Organizar las experiencias educativas: Se
otorga un orden a las actividades y experiencias a través de unidades, cursos y
programas.
Con base en esto la evaluación de resultados,
es la comprobación de los logros, es decir en qué medida el currículum y la
enseñanza satisfacen los objetivos formulados.
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